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Entre Cuernos y Fuego

El simbolismo oculto de la palabra “horny” y el poder transformador de la sexualidad

"El Primer Beso", obra del pintor Salvador Viniegra (1891)
Desde los antiguos grimorios hasta el Tarot hermético, las palabras cotidianas a menudo esconden tras de sí capas de significado oculto.
Una de estas palabras es “horny”, comúnmente utilizada en inglés moderno para describir la excitación sexual. Pero este término —aparentemente vulgar y simple— contiene en su raíz una simbología profunda que nos ayuda a entender no solo la naturaleza del deseo sexual, sino su papel espiritual y su relación con las fuerzas arquetípicas que rigen nuestro mundo interno.

La raíz animal y demoníaca del deseo

La palabra “horny” proviene de “horn”, es decir, cuerno. Este símbolo es primitivo, ancestral, y se remonta a los tiempos en los que el ser humano aún se reconocía como parte del reino animal. Los cuernos han sido siempre un atributo de animales poderosos, tanto en la naturaleza como en la mitología: el toro, el carnero, la cabra montés.

Pero en la imaginería cristiana y esotérica, los cuernos también pertenecen al Diablo. No es coincidencia que en el dialecto escocés del siglo XVIII se utilizara el término “Hornie” para referirse al mismísimo Diablo. Los cuernos, entonces, no solo simbolizan la virilidad y el deseo carnal, sino que también actúan como emblema del Yo Inferior: la parte instintiva, animal y egoica del ser humano. Así, cuando decimos que alguien está “horny”, lo que realmente estamos nombrando es la activación de esa energía primitiva, fogosa, que yace en lo profundo de la psique —lo que los antiguos tántricos llamaban el Fuego de Kundalini dormido en el Chakra Raíz, o Muladhara.
El Diablo como Señor de la Materia

En el Tarot, la Carta del Diablo representa esta dimensión inferior del ser humano. No es simplemente una figura malvada, sino el arquetipo del Señor de las Puertas de la Materia.

Esta carta, asociada astrológicamente al signo de Capricornio —una cabra de montaña, bestia de cuernos—, muestra al Diablo como una figura mitad hombre, mitad bestia, coronado por un pentagrama invertido: símbolo de la materia dominando al espíritu.

En muchas versiones del Tarot, el Diablo sostiene una antorcha apuntando hacia la Tierra con una mano, mientras con la otra señala hacia el Cielo. Esta postura alude a la Ley Hermética: Como es Arriba, es Abajo. A sus pies, dos humanos desnudos, con cuernos pequeños, permanecen encadenados al altar: símbolo de que están atrapados en el ciclo de la lujuria sin conciencia, esclavos del deseo no integrado.
El fuego interior y la senda espiritual

Cuando una persona siente excitación sexual, no solo se activa un impulso físico, sino que se enciende un fuego interno. Este fuego nace en el Chakra Tierra, el más denso y material de todos los centros energéticos.

Desde la perspectiva esotérica, ese fuego no es en sí “pecaminoso”, sino una fuerza neutral, poderosa, que puede llevar al ser humano tanto a la perdición como a la iluminación.

La clave está en la alquimia interior.
Si se canaliza correctamente, este fuego sexual puede ascender por la columna, transformando la energía de deseo en energía espiritual.

En el tantrismo y otras disciplinas místicas, este proceso es conocido como sublimación.

El Diablo, entonces, deja de ser el enemigo: se convierte en el Guardián de un umbral que, una vez cruzado con conciencia, puede llevar a la transfiguración del alma.
Sexo, pecado y redención

El cristianismo, y muchas religiones posteriores, han demonizado el sexo precisamente por su potencial transformador. Al suprimir la sexualidad, se entierra también la posibilidad de despertar el fuego espiritual que puede liberar al alma del encierro de la materia. Esto ha generado generaciones de neurosis, perversión y sufrimiento, no por el sexo en sí, sino por su represión. Por el contrario, una práctica sexual consciente, equilibrada y amorosa es una vía hacia lo divino.

Al entender el deseo no como algo que debe reprimirse, sino como una energía que debe transmutarse, el ser humano puede recorrer el camino que va desde el Chakra Tierra hasta el Sahasrara —el Loto de Mil Pétalos— donde habita nuestro Ángel Guardián, la personificación de nuestro Ser Superior.
"La tentación de Adán y Eva", obra de Jacob Jordaens (en torno a 1620) 
Conclusión: reconciliación con nuestra sombra

La palabra “horny” nos invita, curiosamente, a reflexionar sobre esta dualidad inherente al ser humano.

Lo “diabólico” no es necesariamente malvado: es simplemente lo no comprendido, lo reprimido, lo negado.

Solo cuando reconocemos y honramos nuestra naturaleza animal, cuando dejamos de temerle al Diablo interior y aprendemos a domarlo, podemos verdaderamente aspirar al Reino de los Cielos.

El Infierno no está en otro plano: está bajo nuestros pies, en nuestro inconsciente, en los fuegos de nuestra lujuria. Pero también allí se esconde una chispa de la divinidad. Y el camino hacia el despertar espiritual comienza, paradójicamente, por atravesarlo sin miedo.

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