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Más que un sueño

Sueña

Cada noche, cuando cerramos los ojos, cruzamos un umbral invisible que nos lleva a reinos más allá del tiempo y la materia.

Los sueños no son meras ilusiones de la mente, sino mensajes codificados, símbolos y visiones que hablan el lenguaje del alma.

Aristóteles supo decir: «La esperanza es el sueño de los despiertos».
En esas 8 palabras se encierra un conglomerado de situaciones pasadas, presentes y futuras con un elemento en común: la incertidumbre. La existencia de una reproducción lineal de causa - efecto es incierta porque tiene una dependencia absoluta de infinidad de factores.
Se podría pensar entonces que todo depende de la suerte, pero Aristóteles va más allá: lo centra en el hombre y su relación con su entorno.
Los sueños se producen durante toda la vida, más allá de nuestro deseo o voluntad. Algunos nacen del enfado o la disconformidad, mientras que otros lo hacen desde el amor y la alegría. La capacidad soñadora sólo termina cuando dejamos de ocupar un espacio físico y tangible.

El paso de un año al otro es insignificante para los sueños. Ellos se reproducen y generan, para el «hombre despierto», las herramientas que le permitan llevarlos a la vida. 
Aún las herramientas inexistentes son creadas por la fuerza de los sueños.

¿Qué misterio encierra la frase de Aristóteles en la palabra «despiertos»? 
Ciertamente los sueños necesitan de la acción, del empuje, de la creatividad y de la inocencia. Pero hay un elemento fundamental que el filósofo decidió no mencionar: el exitismo; un verdadero somnífero de los sueños que, a su vez, duerme en el hombre todas las expectativas.

Forma parte de la vida comprender que no todos los sueños se materialicen.
Y también forma parte de la vida aceptar que el éxito no es un factor determinante para considerar a un sueño como un enemigo o un traidor. Hacerlo así equivaldría a ceñirnos el cilicio de la vergüenza a nuestra alma y al corazón.

Aristóteles nos deja entonces una contundente lección: los sueños son una conjunción entre lo propio y lo ajeno, hay una independencia del tiempo, resiliencia de aceptar lo intangible de la esperanza y, para todo ello, «es necesaria la vida».

Te agradezco que estés acompañándome en mis sueños y, a su vez, me hayas nutrido de los tuyos. Juntos renovemos la «esperanza de estar despiertos a la maravillosa abundancia que otorga la vida».
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