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El corazón herido y las cinco llagas: una miniatura mística de 1495

El Sagrado Corazón y las Llagas de Cristo (“Brazos de Jesucristo”)

Como buena amante de lo oculto y sus simbolismos, me ha resultado bastante curiosa —y atractiva a su vez— esta xilografía única coloreada a mano sobre papel, Inglaterra, c. 1495; Colección: Bibliotecas Bodleianas, Universidad de Oxford (señal Arch. G f.13).

Los espectadores de la Baja Edad Media habrían leído esta pequeña lámina como una guía compacta para la oración. Cinco llagas desmembradas —dos manos y dos pies alrededor de un corazón sangrante— se disponen como heráldica en un escudo colgado de la cruz. La sangre fluye del corazón hacia un cáliz; la lanza y la caña con esponja yacen detrás del escudo; encima, una corona de espinas y el título «INRI» (con la N invertida, notablemente) anclan la escena en el Calvario. En la corona del escudo, una estrella radiante encierra el monograma IHS, el «Santo Nombre» de Jesús.
El monograma “IHS” es una abreviatura del nombre de Jesús en latín, muy difundida desde el siglo XV que proviene de las tres primeras letras del nombre griego de Jesús: ΙΗΣΟΥΣ (Iēsous). En este grabado está dibujado de manera algo rudimentaria, lo que podría dar la impresión de un carácter extraño o semítico, pero en realidad se trata de un monograma cristiano.

¿Cómo debemos interpretar el cáliz que recoge la sangre del corazón? Muchos lo interpretan como un claro signo eucarístico, que vincula la Pasión con el sacramento. Otros prefieren un énfasis diferente: el «cáliz del sufrimiento» que resume las agonías obedientes de la Pasión.

En el pequeño rectángulo de papel, coloreado a mano hace más de cinco siglos, late todavía una intensidad casi sobrenatural. El espectador de hoy descubre, como quien abre un relicario, un corazón sangrante rodeado de manos y pies, un escudo imposible suspendido en la cruz. No es violencia lo que la imagen transmite, sino una invitación: detenerse, contemplar, dejarse arrastrar hacia la interioridad de la Pasión.

Para los fieles de la Baja Edad Media, este escudo era algo más que ornamento: era un mapa del alma, una guía portátil de oración. Cada herida aislada funcionaba como punto de anclaje de la memoria; cada instrumento de la Pasión era recordado y ofrecido en silencio como si se tratase de armas sagradas contra el miedo, la enfermedad o el pecado.

El cáliz que recoge la sangre del corazón —un motivo que a nuestros ojos parece casi alquímico— unía directamente el sacrificio del Calvario con la liturgia del altar.

Arriba, la estrella con el monograma IHS resplandece como un sol interior: el Santo Nombre, que para muchos devotos de la época era casi una llave mágica capaz de abrir la puerta del consuelo.

Y justo encima, la inscripción INRI, con la “N” invertida, introduce un detalle desconcertante.
¿Error tipográfico? ¿O tal vez un gesto deliberado para invertir el sentido de la condena y transformarla en signo de victoria?

La fascinación no se queda ahí. Porque estas cuatro letras, INRI, fueron también releídas en clave hermética: Igne Natura Renovatur Integra, “por el fuego, la naturaleza se renueva íntegramente”.
En este cruce entre devoción popular y pensamiento esotérico, el sacrificio de Cristo se presentaba como una alquimia cósmica: la cruz como crisol ardiente donde lo corruptible se consume para renacer en incorruptibilidad.  

En la Inglaterra de 1495, estampas como esta convivían con amuletos, rollos ilustrados y otros objetos piadosos. Pero lo que distingue a esta pequeña xilografía no es solo su rareza bibliográfica, sino su capacidad de hablarnos aún hoy en dos registros distintos: el del creyente medieval que encontraba aquí un rosario visual, y el del lector contemporáneo que descubre, bajo los pigmentos gastados, un lenguaje universal de transformación y esperanza. Y quizá valga la pena cerrar con las palabras de Paracelso, médico y místico del Renacimiento, que bien parecen resonar con la imagen: “Así como el fuego purifica los metales, también el espíritu se templa en el crisol del sufrimiento; y en esa transmutación se oculta la medicina de la vida”.

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